sábado, 20 de febrero de 2016

Lecturas 2º Sec

B2 Lectura 4
Andrés fue a recibir a su primo Manuel, quien llegó de La Paz, Baja California Sur. Después de darle un fuerte abrazo, Andrés le dijo a su pariente: —Ponle patas al asunto, si no, no vamos a llegar a nuestra cita en el restaurante argentino. Manuel, sin entender claramente lo que le decía Andrés, sólo respondió: —Ok, vato. El otro sólo lo vio con cara de duda, pero tampoco preguntó nada. Siguieron su camino, pero Manuel, no acostumbrado al acelere de la ciudad, iba muy tranquilo, hasta que de nuevo Andrés le dijo: —Ya te dije, papá, que si no le metes velocidad a tus rieles no vamos a llegar. Manuel, sorprendido, se preguntó en qué momento cambiaron de parentesco. Se suponía que Andrés era su primo porque su mamá era hermana de su papá; pero con la prisa que Andrés tenía por llegar a la cita, ni tiempo le dio de preguntarle por qué ahora lo llamaba papá. Así continuaron su camino, hasta que por fin llegaron al restaurante en que tenían que entrevistarse con un argentino que le daría un trabajo a Manuel. Cuando entraron al restaurante, lo primero que dijo el argentino fue: —Che, han llegado tarde, pero sentate, Manuel, y también vos, Andrés. Manuel ya no entendía nada. ¿Qué era eso de que este señor les dijera che? Y pensó que esa palabra quizá significaba algo desagradable. “Este vato me grosereó”, se dijo. Ya sentados, el argentino preguntó: —Boludo, ¿qué querés comer? Manuel siguió pensando que ese señor era un grosero, pues creyó que le estaba diciendo que estaba gordo. Pensó entonces que lo mejor era no trabajar con él, pues si así lo trataba sin conocerlo, qué confianzas se tomaría si es que trabajaba para él. Llegó el mesero con la carta y Manuel leyó: Churrasco con papas fritas. Chistorra con queso. Choripán en baguette. Vino. Agua embotellada. Refrescos. El pobre Manuel no sabía qué pedir; desesperado ante tantas palabras desconocidas, tomó sus cosas y le dijo a su primo que sería mejor verse en otra ocasión, porque se sentía mal. Andrés y el argentino quedaron sorprendidos, pero respetaron la decisión de Manuel.

B3 Lectura 1
Mezquindad fraternal 
Por Enrique Serna 
Entre las repúblicas literarias de lengua española existe una guerra fría disfrazada de fraternidad. Por el gran poder económico de la industria editorial ibérica, los editores de la madre patria tienen una cuota excesiva de poder cultural, pues no sólo deciden lo que se debe leer en su país, sino en las viejas colonias de ultramar. Tanto ellos como los periodistas culturales y los críticos literarios suelen utilizar ese poder con fines proteccionistas. En un encuentro literario en Barcelona tuve que rebatir a un editor cuando afirmó que los autores latinoamericanos buscábamos “validar nuestras obras en España”. Le dije que nuestras obras se validaban en su país de origen, pues ya no estábamos en los tiempos del virreinato, pero muchos autores tenían que pasar la difícil aduana del mercado español para poder difundirlas en los demás países de habla hispana. Como resultado de esta política editorial, en la actualidad hay narradores latinoamericanos mejor conocidos en Francia, en Italia o en Alemania que en el resto del mundo hispanohablante. La desigualdad de oportunidades se agrava si tomamos en cuenta los gustos literarios del español común. De un tiempo para acá, el gran público peninsular, económica y psicológicamente integrado a la Comunidad Europea, ha vuelto la espalda a América Latina, como los ganadores de la lotería que rompen con sus viejas amistades pránganas al ascender en la escala social. Juan Goytisolo fue uno de los primeros en dar la voz de alarma: “En nuestro país de nuevos ricos, de nuevos hombres libres y de nuevos europeos –escribió en 1989–, la clase política no ha sabido aclimatar una cultura moral ni promover un civismo susceptible de contrabalancear la ignorancia y el desprecio del otro.” Tal vez ahora, con el 20 por ciento de la población activa en el desempleo, la sociedad española vuelva a estrechar lazos con sus parientes pobres. Por un efecto de boomerang, la mezquindad intelectual empobrece a los países ninguneadores más que a los ninguneados. Hace poco descubrí Leopardo al sol de Laura Restrepo, sin duda la mejor novela sobre el narcotráfico escrita en lengua española. Con una suntuosidad verbal que nunca decae y una formidable destreza para dosificar la poesía coloquial sin entorpecer el desarrollo de la trama, en esta novela trepidante y a la vez dolorosa la Restrepo logró humanizar el infierno de los bajos fondos y elevar a los personajes de nota roja a la categoría de héroes trágicos. García Márquez la elogió en su momento, pero cuando apareció en la editorial Anagrama, en 1989, yo no supe de su existencia. Si algunos ejemplares llegaron a México nadie la reseñó en revistas y suplementos. Tras haber obtenido el premio Alfaguara con Delirio, (otra novela magnífica) la Restrepo ya tiene en México un público en expansión que le ha permitido reeditar sus obras anteriores. Pero me parece un escándalo que hayamos tardado casi veinte años en descubrir una novela tan importante y significativa en un país “colombianizado” por el imperio del crimen. ¿Cuántos libros valiosos de literaturas consanguíneas estaremos ignorando porque nadie nos da el pitazo? No debería extrañarnos que en otros países hermanos la literatura mexicana padezca los mismos desaires injustos que nosotros cometemos a diario.
Serna, Enrique, 2011, Mezquindad fraternal, en Letras Libres, disponible en www.letraslibres.com/revista/columnas/mezquindad-fraternal (Consulta: 24 de septiembre de 2013) (Fragmento).


B3 Lectura 2
Víctor Frankl (1905-1998)

Víctor Emil Frankl nació en Viena el 26 de marzo de 1905. Desde muy joven se interesó en la psicología y en 1930, luego de obtener su doctorado en medicina, fue asignado a una sala clínica dedicada al tratamiento de mujeres con instintos suicidas. Cuando los nazis llegan al poder en 1938, Frankl asume el cargo de Jefe del Departamento de Neurología del hospital Rothschild, el único hospital judío en los primeros años del nazismo. En 1942, tanto Frankl como sus padres fueron deportados a un campo de concentración llamado Theresienstadt, cerca de Praga. Frankl sobrevivió al Holocausto, incluso tras haber estado en cuatro campos de concentración distintos de 1942 a 1945. Sin embargo, tanto sus padres como su esposa y familiares, murieron en los campos de exterminio. Por otra parte, y debido al sufrimiento de este psicólogo durante su reclusión, Frankl desarrolló un acercamiento revolucionario a la psicoterapia conocido en la actualidad como logoterapia. Frankl regresó a Viena en 1945, y se convirtió en Jefe del Departamento de Neurología del Vienna Polyclinic Hospital, puesto que mantendría durante 25 años. Asimismo, fue profesor tanto de neurología como de psiquiatría y publicó 32 libros sobre distintos temas entre los que figura el análisis existencial y la logoterapia, además de ser traducidos a más de 20 idiomas. Por otra parte, obtuvo más de 25 doctorados honorarios otorgados por distintas universidades de Europa y América. A partir de 1961, Frankl impartió clases en distintas universidades de Estados Unidos como la Universidad de Harvard, Stanford, Dallas, Pittsburg y San Diego. También obtuvo el premio Oskar Pfister que otorga la Sociedad Americana de Psiquiatría, entre otros. Frankl dio clases en la Universidad de Viena hasta los 85 años de edad, era un hombre activo que gustaba de escalar montañas y, por si fuera poco, obtuvo su licencia como piloto aviador a los 67 años. Víctor Emil Frankl murió de un paro cardiaco el 3 de septiembre de 1997; le sobrevivieron su esposa Eleonore y su hija, la doctora Gabriele Frankl-Vesely.
Disponible en www.psicologiaonline.com/ebooks/personalidad/frankl.htm  (Consulta: 4 de octubre de 2010). 

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