miércoles, 23 de noviembre de 2016

CUENTO DE CIENCIA FICCIÓN

EL REGALO - Ray Bradbury -


Mañana sería Navidad, y aún mientras viajaban los tres hacia el campo de cohetes, el padre y la madre estaban preocupados. Era el primer vuelo por el espacio del niño, su primer viaje en cohete, y deseaban que todo estuviese bien. Cuando en el despacho de la aduana los obligaron a dejar el regalo, que excedía el peso límite en no más de unos pocos kilos, y el arbolito con sus hermosas velas blancas, sintieron que les quitaban la fiesta y el cariño.


El niño los esperaba en el cuarto terminal. Los padres fueron allá, murmurando luego de la discusión inútil con los oficiales interplanetarios.
-¿Qué haremos?
-Nada, nada. ¿Qué podemos hacer?

-¡Qué reglamentos absurdos!

-¡Y tanto que deseaba el árbol!


La sirena aulló y la gente se precipitó al cohete de Marte. La madre y el padre fueron los últimos en entrar, y el niño entre ellos, pálido y silencioso.


-Ya se me ocurrirá algo - dijo el padre.

-¿Qué?... - preguntó el niño.


Y el cohete despegó y se lanzaron hacia arriba en el espacio oscuro. El cohete se movió y dejó atrás una estela de fuego, y dejó atrás la Tierra, un 24 de diciembre de 2052, subiendo a un lugar donde no había tiempo, donde no había meses, ni años, ni horas. Durmieron durante el resto del primer "día". Cerca de medianoche, hora terráquea, según sus relojes neoyorquinos, el niño despertó y dijo:


-Quiero mirar por el ojo de buey.

Había un único ojo de buey, una "ventana" bastante amplia, de vidriotremendamente grueso, en la cubierta superior.

-Todavía no - dijo el padre.
-Te llevaré más tarde.

-Quiero ver donde estamos y adonde vamos.

-Quiero que esperes por un motivo - dijo el padre.


El padre había estado despierto, volviéndose a un lado y otro, pensando en el regalo abandonado, el problema de la fiesta, el árbol perdido y las velas blancas. Al fin, sentándose, hacía apenas cinco minutos, creyó haber encontrado un plan. Si lograba llevarlo a cabo este viaje sería en verdad feliz y maravilloso.


-Hijo - dijo -, dentro de media hora, exactamente, será Navidad.

-Oh- dijo la madre consternada. Había esperado que, de algún modo, el niño olvidaría.

El rostro del niño se encendió. Le temblaron los labios.

-Ya lo sé, ya lo sé. ¿Tendré un regalo? ¿Tendré un árbol? Me lo prometieron...

-Sí, sí, todo eso y mucho más- dijo el padre.

-Pero... - empezó a decir la madre.

-Sí- dijo el padre - Sí, de veras. Todo eso y más, mucho más. Perdón, un momento. Vuelvo enseguida.

Los dejó solos unos veinte minutos. Cuando regresó, sonreía.

-Ya es casi la hora.

-¿Puedo tener tu reloj? - preguntó el niño.

Le dieron el reloj y el niño sostuvo el metal entre los dedos: un resto del tiempo arrastrado por el fuego, el silencio y el movimiento insensible.


-¡Navidad! ¡Ya es Navidad! ¿Dónde está mi regalo?

-A eso vamos - dijo el padre y tomó al niño por el hombro.

Salieron de la cabina, cruzaron el pasillo y subieron por una rampa. La
madre los seguía.

-No entiendo.

-Ya entenderás. Hemos llegado - dijo el padre.


Se detuvieron frente a la puerta cerrada de una cabina. El padre llamó tres veces y luego dos, en código. La puerta se abrió y la luz llegó desde la cabina y se oyó un murmullo de voces.


-Entra, hijo - dijo el padre.
-Está oscuro.
-Te llevaré de la mano. Entra, mamá.


Entraron en el cuarto y la puerta se cerró, y el cuarto estaba, en verdad, muy oscuro. Y ante ellos se abría un inmenso ojo de vidrio, ojo de buey, una ventana de un metro y medio de alto y dos metros de ancho, por la que podían ver el espacio.


El niño se quedó sin aliento.


Detrás, el padre y la madre se quedaron también sin aliento, y entonces en la oscuridad del cuarto varias personas se pusieron a cantar.


-Feliz Navidad, hijo - dijo el padre.

Y las voces en el cuarto cantaban los viejos, familiares villancicos; y el 
niño avanzó lentamente y aplastó la nariz contra el vidrio frío del ojo de buey. Y allí se quedó largo rato, mirando simplemente el espacio, la noche profunda, y el resplandor, el resplandor de cien mil millones de maravillosas velas blancas...
BRADBURY, Ray. El regalo. Cuento.

viernes, 11 de noviembre de 2016

Mesa Redonda 2° Secundaria


Utiliza este link para ver el video de la mesa redonda y puedas realizar tu proyecto final

https://www.youtube.com/watch?v=Y27wZHdTvJA

Rúbrica monografía




INDICADORES DEL PRODUCTO FINAL*
MONOGRAFÍA
Indicadores
Puntaje
1. ¿Presenta el tema en la introducción y argumenta su interés?           

2. Emplea la tercera persona (evita la personalización).

3. ¿Describe aspectos relevantes?         

 4. ¿Cita definiciones  señalando las fuentes?

 5. ¿Utiliza nexos para introducir ideas?

6. Usa imágenes y otros recursos para precisar el contenido.

                 * Se considera la calidad, la estructura, la coherencia, entre otros aspectos.  

martes, 1 de noviembre de 2016

Hechos y opiniones

Los jóvenes no leen menos: leen otras cosas, en otros lugares y de otra manera

Viven en una sociedad multimedia, hay que enseñarles a usar esos lenguajes y escrituras, indicó la experta argentina
Creo en la relación física con el libro, dijo la catedrática de EU
Ericka Montaño Garfias
Periódico La Jornada
Domingo 6 de junio de 2010, p. 5
Los métodos de lectura entre los jóvenes están sufriendo una transformación en la que el libro impreso ha dejado de ser el soberano, para convivir ahora con una cultura multimedia, advierten las especialistas Roxana Morduchowicz y Joel Bahloul.
No es que los chicos no lean, sino que leen otras cosas, en otros lugares, con otros fines y de otra manera. Podrán leer menos libros, pero no leen menos, subraya Morduchowicz directora de Educación y Medios del Ministerio de Educación de Argentina, quien junto con Bahloul, participó en dos seminarios: La lectura en el mundo de los jóvenes, ¿una actividad en riesgo?, que comenzó el miércoles anterior en el Centro Universitario de Investigaciones Bibliotecológicas en la Torre II de Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México(UNAM), organizado por la maestra Elsa Ramírez.
El otro se realizó el jueves y viernes con el tema Una mirada al desencuentro con la lectura, ¿por qué los jóvenes se alejan de los libros?, en la librería Octavio Paz del Fondo de Cultura Económica.
Mi posición, dice Morduchowicz en entrevista, “está muy lejos de los que se alarman y los apocalípticos que piensan que la lectura peligra y que está desapareciendo.
“Yo me inscribo en la posición de que los chicos de hoy no leen menos que los de antes: leen otras cosas, en otros lugares, con otros fines y de otra manera. Podrán leer menos libros, pero no menos.
“La llegada de Internet demuestra claramente que los chicos leen porque buscan, por ejemplo, información sobre un grupo de música o alguna actividad en especial; necesitan leer para ingresar en un blog o en un sitio web, o para crear su propio blog; ahí no sólo leen, sino también escriben, aunque efectivamente lo hacen de manera distinta.”
Mucho se habla de la competencia entre los libros y el mundo de pantallas en el que vivimos, añade la autora de El capital cultural de los jóvenes. Es cierto que los chicos de hoy, los que tienen menos de 18 años, nacieron en un mundo mediático y tecnológico muy diversificado. Nacieron en un mundo de pantallas, y esto no significa que ese mundo destruya o minimice la lectura, son otras maneras de leer.
Esta es una generación multimedia no sólo por la oferta mediática a su disposición, sino por esa variedad de medios de los que disponen y por el uso simultáneo de medios y tecnologías.
Sin embargo, Roxana reconoce que existe el temor por la lectura entre los jóvenes, porque no se les ve con un libro en las manos, “porque la lectura está legitimada socialmente por el libro. Cuando alguien te pregunta qué lees, no contestas: blogs, historietas, sitios web, revistas, diarios; todo mundo está pensando cuál fue el último libro que leyó, como socialmente se suele asociar la lectura con el libro, todo mundo se alarma porque podría ser que se leyeran menos libros.
“De cualquier manera no es culpa de los medios, no hay responsabilidad de las pantallas, porque cuántos chicos –son millones– en el mundo leyeron Harry Potter, Crepúsculo o Narnia a partir de que vieron las películas.
Un buen uso de las pantallas puede promover la lectura. También está comprobado en Argentina y el mundo que los chicos que miran menos horas de televisión por día no leen más libros porque usan el tiempo para otras cosas.
Su propuesta es esta: que los planes de lectura, no sean Plan de Lectura o Programa Nacional de Lectura, sino de lecturas, en plural. “La ‘s’ habla de una pluralidad de textos no de un texto único que es el impreso.
Ahora, cuando decimos que vivimos en una sociedad multicultural no es por la diversidad de razas, etnias o religiones, sino porque es una sociedad donde conviven la cultura oral, escrita, audiovisual y la hipertextual o digital. Con esas culturas viven los chicos. Hay que enseñarles a manejar esos múltiples lenguajes y escrituras. La lectura no es sólo libro y no es sólo en singular: es lecturas, al igual que escrituras.
Lo impreso ya no es soberano
Joel Bahloul, catedrática del departamento de Antropología de la Universidad de Indiana, destacó en una entrevista por separado que si bien vivimos en un mundo multimedia, creo firmemente en la relación física con los textos, con los libros. Al enseñar a los jóvenes a leer tiene que haber una relación física con los libros, lo impreso importa en el ambiente, en la forma en la que socializan esencialmente.
En Estados Unidos algunos fenómenos relacionados con la lectura son la existencia de blogs, donde los jóvenes lectores, entre 12 y 19 años, escriben acerca de lo que leen, recomiendan libros, entablan debates (una de estas páginas es www.goodreads.com); otro es que en las librerías puede verse que la mayoría de los libros están escritos para las adolescentes y que las escritoras son mujeres. Casi no hay libros para hombres en esa edad.
Bahloul, autora de Lecturas precarias (FCE), expresa: “Vivimos en una época multimedia, pero mi generación, la que está ahora en el poder en el mundo cultural y educativo, no creció con eso, y ahora tenemos dificultad para cambiarnos a este mundo en el que lo impreso ya no es soberano. Sin embargo creo que el libro va a seguir teniendo mucha importancia como objeto impreso, porque en estas redes sociales de lectores como goodreads el libro es el rey y la llave. Leer un libro es la clave secreta para ingresar”.
Ni siquiera la llegada de los libros digitales o dispositivos como el Kindle marca el fin del libro. Estamos en una transformación en esta relación entre los jóvenes y la lectura. Hay un cambio definitivo, inmenso, en la forma en la que nos comunicamos. Lo cierto es que los jóvenes leen, no sólo libros, pero leen. Leen de una manera diferente, el mundo imaginativo es diferente.


Fuente bibliográfica: Éricka Montaño Garfias. http://www.jornada.unam.mx/2010/06/06/cultura/a05n1cul . Fecha de consulta: 31 de octubre, 2016

miércoles, 19 de octubre de 2016

Rubrica para evaluar libreta de “Español”

Colegio Fray Bartolomé de las Casas
Rubrica para evaluar libreta de “Español”

Criterios
4
3
2
1
0
Comentarios
a.- Presentación:






                  1.   Aspecto exterior.






          2.      Identificación apropiada.






b.- Contenido:






          1.      Contiene separadores de bloque y portadas del mes (Septiembre, Octubre)






           2.      Están estipuladas fechas y valor del mes correspondientes.






           3.      Están registrados los aprendizajes esperados y actividades solicitadas por la profesora.






           4.      Las actividades están totalmente desarrolladas.






           5.      El cuaderno se observa limpio y ordenado.






c.- Ortografía:






           1.      Acentuación.






           2.      Puntuación.






           3.      Escritura correcta de las palabras.






Total:

Puntuación


Escala de puntaje
             0.      No cumple.
             1.      Cumple muy poco.
             2.      Cumple pero falta elaboración.
             3.      Cumple con lo solicitado.
             4.      Cumple más allá de lo esperado.

Firma de la profesora: __________________________________

domingo, 21 de agosto de 2016

Formato Portada

Colegio Fray Bartolomé de las Casas








Español



Maestra: Xiomara Estrada
Nombre del Proyecto







Nombre del alumno:______
Numero de Lista:______
Grupo:______







Monterrey, Nuevo León, 22 de agosto de 2016

martes, 7 de junio de 2016

Un pacto con el diablo.

Un pacto con el diablo
JUAN JOSÉ ARREOLA


Aunque me di prisa y llegué al cine corriendo, la película había comenzado. En el salón oscuro traté de encontrar un sitio. Quedé junto a un hombre de aspecto distinguido.
—Perdone usted —le dije—, ¿no podría contarme brevemente lo que ha ocurrido en la pantalla?
—Sí. Daniel Brown, a quien ve usted allí, ha hecho un pacto con el diablo.
—Gracias. Ahora quiero saber las condiciones del pacto: ¿podría explicármelas?
—Con mucho gusto. El diablo se compromete a proporcionar la riqueza a Daniel Brown durante siete años. Naturalmente, a cambio de su alma.
—¿Siete nomás?
—El contrato puede renovarse. No hace mucho, Daniel Brown lo firmó con un poco de sangre.
Yo podía completar con estos datos el argumento de la película. Eran suficientes, pero quise saber algo más. El complaciente desconocido parecía ser hombre de criterio. En tanto que Daniel Brown se embolsaba una buena cantidad de monedas de oro, pregunté:
—En su concepto, ¿quién de los dos se ha comprometido más?
—El diablo.
—¿Cómo es eso? —repliqué sorprendido.
—El alma de Daniel Brown, créame usted, no valía gran cosa en el momento en que la cedió.
—Entonces el diablo...
—Va a salir muy perjudicado en el negocio, porque Daniel se manifiesta muy deseoso de dinero, mírelo usted.
Efectivamente, Brown gastaba el dinero a puñados. Su alma de campesino se desquiciaba. Con ojos de reproche, mi vecino añadió:
—Ya llegarás al séptimo año, ya.
Tuve un estremecimiento. Daniel Brown me inspiraba simpatía. No pude menos de preguntar:
—Usted, perdóneme, ¿no se ha encontrado pobre alguna vez?
El perfil de mi vecino, esfumado en la oscuridad, sonrió débilmente. Apartó los ojos de la pantalla donde ya Daniel Brown comenzaba a sentir remordimientos y dijo sin mirarme:
—Ignoro en qué consiste la pobreza, ¿sabe usted?
—Siendo así...
—En cambio, sé muy bien lo que puede hacerse en siete años de riqueza.
Hice un esfuerzo para comprender lo que serían esos años, y vi la imagen de Paulina, sonriente, con un traje nuevo y rodeada de cosas hermosas. Esta imagen dio origen a otros pensamientos:
—Usted acaba de decirme que el alma de Daniel Brown no valía nada: ¿cómo, pues, el diablo le ha dado tanto?
—El alma de ese pobre muchacho puede mejorar, los remordimientos pueden hacerla crecer —contestó filosóficamente mi vecino, agregando luego con malicia—: entonces el diablo no habrá perdido su tiempo.
—¿Y si Daniel se arrepiente?...
Mi interlocutor pareció disgustado por la piedad que yo manifestaba. Hizo un movimiento como para hablar, pero solamente salió de su boca un pequeño sonido gutural. Yo insistí:
—Porque Daniel Brown podría arrepentirse, y entonces...
—No sería la primera vez que al diablo le salieran mal estas cosas. Algunos se le han ido ya de las manos a pesar del contrato.
—Realmente es muy poco honrado —dije, sin darme cuenta.
—¿Qué dice usted?
—Si el diablo cumple, con mayor razón debe el hombre cumplir —añadí como para explicarme.
—Por ejemplo... —y mi vecino hizo una pausa llena de interés.
—Aquí está Daniel Brown —contesté—. Adora a su mujer. Mire usted la casa que le compró. Por amor ha dado su alma y debe cumplir.
A mi compañero le desconcertaron mucho estas razones.
—Perdóneme —dijo—, hace un instante usted estaba de parte de Daniel.
—Y sigo de su parte. Pero debe cumplir.
—Usted, ¿cumpliría?
No pude responder. En la pantalla, Daniel Brown se hallaba sombrío. La opulencia no bastaba para hacerle olvidar su vida sencilla de campesino. Su casa era grande y lujosa, pero extrañamente triste. A su mujer le sentaban mal las galas y las alhajas. ¡Parecía tan cambiada!
Los años transcurrían veloces y las monedas saltaban rápidas de las manos de Daniel, como antaño la semilla. Pero tras él, en lugar de plantas, crecían tristezas, remordimientos.
Hice un esfuerzo y dije:
—Daniel debe cumplir. Yo también cumpliría. Nada existe peor que la pobreza. Se ha sacrificado por su mujer, lo demás no importa.
—Dice usted bien. Usted comprende porque también tiene mujer, ¿no es cierto?
—Daría cualquier cosa porque nada le faltase a Paulina.
—¿Su alma?
Hablábamos en voz baja. Sin embargo, las personas que nos rodeaban parecían molestas. Varias veces nos habían pedido que calláramos. Mi amigo, que parecía vivamente interesado en la conversación, me dijo:
—¿No quiere usted que salgamos a uno de los pasillos? Podremos ver más tarde la película.
No pude rehusar y salimos. Miré por última vez a la pantalla: Daniel Brown confesaba llorando a su mujer el pacto que había hecho con el diablo.
Yo seguía pensando en Paulina, en la desesperante estrechez en que vivíamos, en la pobreza que ella soportaba dulcemente y que me hacía sufrir mucho más. Decididamente, no comprendía yo a Daniel Brown, que lloraba con los bolsillos repletos.
—Usted, ¿es pobre?
Habíamos atravesado el salón y entrábamos en un angosto pasillo, oscuro y con un leve olor de humedad. Al trasponer la cortina gastada, mi acompañante volvió a preguntarme:
—Usted, ¿es muy pobre?
—En este día —le contesté—, las entradas al cine cuestan más baratas que de ordinario y, sin embargo, si supiera usted qué lucha para decidirme a gastar ese dinero. Paulina se ha empeñado en que viniera; precisamente por discutir con ella llegué tarde al cine.
—Entonces, un hombre que resuelve sus problemas tal como lo hizo Daniel, ¿qué concepto le merece?
—Es cosa de pensarlo. Mis asuntos marchan muy mal. Las personas ya no se cuidan de vestirse. Van de cualquier modo. Reparan sus trajes, los limpian, los arreglan una y otra vez. Paulina misma sabe entenderse muy bien. Hace combinaciones y añadidos, se improvisa trajes; lo cierto es que desde hace mucho tiempo no tiene un vestido nuevo.
—Le prometo hacerme su cliente —dijo mi interlocutor, compadecido—; en esta semana le encargaré un par de trajes.
—Gracias. Tenía razón Paulina al pedirme que viniera al cine; cuando sepa esto va a ponerse contenta.
—Podría hacer algo más por usted —añadió el nuevo cliente—; por ejemplo, me gustaría proponerle un negocio, hacerle una compra...
—Perdón —contesté con rapidez—, no tenemos ya nada para vender: lo último, unos aretes de Paulina...
—Piense usted bien, hay algo que quizás olvida...
Hice como que meditaba un poco. Hubo una pausa que mi benefactor interrumpió con voz extraña:
—Reflexione usted. Mire, allí tiene usted a Daniel Brown. Poco antes de que usted llegara, no tenía nada para vender, y, sin embargo...
Noté, de pronto, que el rostro de aquel hombre se hacía más agudo. La luz roja de un letrero puesto en la pared daba a sus ojos un fulgor extraño, como fuego. Él advirtió mi turbación y dijo con voz clara y distinta:
—A estas alturas, señor mío, resulta por demás una presentación. Estoy completamente a sus órdenes.
Hice instintivamente la señal de la cruz con mi mano derecha, pero sin sacarla del bolsillo. Esto pareció quitar al signo su virtud, porque el diablo, componiendo el nudo de su corbata, dijo con toda calma:
—Aquí, en la cartera, llevo un documento que...
Yo estaba perplejo. Volvía a ver a Paulina de pie en el umbral de la casa, con su traje gracioso y desteñido, en la actitud en que se hallaba cuando salí: el rostro inclinado y sonriente, las manos ocultas en los pequeños bolsillos de su delantal. Pensé que nuestra fortuna estaba en mis manos. Esta noche apenas si teníamos algo para comer. Mañana habría manjares sobre la mesa. Y también vestidos y joyas, y una casa grande y hermosa. ¿El alma?
Mientras me hallaba sumido en tales pensamientos, el diablo había sacado un pliego crujiente y en una de sus manos brillaba una aguja.
"Daría cualquier cosa porque nada te faltara." Esto lo había dicho yo muchas veces a mi mujer. Cualquier cosa. ¿El alma? Ahora estaba frente a mí el que podía hacer efectivas mis palabras. Pero yo seguía meditando. Dudaba. Sentía una especie de vértigo. Bruscamente, me decidí:
—Trato hecho. Sólo pongo una condición.
El diablo, que ya trataba de pinchar mi brazo con su aguja, pareció desconcertado:
—¿Qué condición?
—Me gustaría ver el final de la película —contesté.
—¡Pero qué le importa a usted lo que ocurra a ese imbécil de Daniel Brown! Además, eso es un cuento. Déjelo usted y firme, el documento está en regla, sólo hace falta su firma, aquí sobre esta raya.
La voz del diablo era insinuante, ladina, como un sonido de monedas de oro. Añadió:
—Si usted gusta, puedo hacerle ahora mismo un anticipo.
Parecía un comerciante astuto. Yo repuse con energía:
—Necesito ver el final de la película. Después firmaré.
—¿Me da usted su palabra?
—Sí.
Entramos de nuevo en el salón. Yo no veía en absoluto, pero mi guía supo hallar fácilmente dos asientos...

Rúbrica para evaluar cuento de ciencia ficción

EXPERTO AVANZADO APRENDIZ 20 17 14 ESTRUCTURA DEL CUENTO La redacción y narración del cuento permite identificar claramente el inicio, d...